lunes, febrero 24, 2014

El Retiro: puesta de sol

 Una puesta de sol en El Retiro, desde Menéndez Pelayo (febrero 2014)
Disfrútenla, aunque está un poco movida…

sábado, febrero 15, 2014

“culo, caca, pedo, pis”


Tendrían mis hijos entre cuatro y seis años cuando un verano, de los muchos que pasaron en España, descubrieron esta canción. Recuerdo que al principio, cuando la oían, se reían  histéricamente. Poco a poco las risas pasaron al canturreo por lo bajo:  miraban de reojo a sus padres – que se morían de risa por dentro—a ver hasta dónde podían llegar. Llegó el día en que los cuatro , como tontos, cantábamos el estribillo sin ningún reparo.  De vuelta a casa (USA) y durante años mis hijos siguieron con el “culo, caca, pedo, pis”. Segura que  hoy, hombres ya, no lo  han olvidado.  Esta canción fue para ellos como una especie de liberación verbal. En ningún momento se les había prohibido en casa que dijeran estas palabras, todo lo contrario. Se les suele preguntar a los críos con frecuencia --algunas madres de forma exhaustiva y a voces-- si quieren hacer caca, pipí…que se limpien el culete…
Todo esto para  expresar mi extrañeza cuando, por la calle, en los cafés  y en particular en la televisión, se oye con  frecuencia lo de  “cagar, mear, follar…”, todo dicho con énfasis, agresividad, bien alto; sabiendo que llaman la atención y que molestarán a los que tenemos un “estómago delicado”. No hablo de adolescentes, ni siquiera de gente joven, que se entendería por ser  la edad de la rebeldía, de querer saltarse las reglas impuestas por los padres y educadores -- en ocasiones  hipócritamente ya que ellos no dan ejemplo. Me refiero a personas adultas, algunas entradas en edad, pasados los 50. Tampoco tiene que ver con la clase social. Sabemos  que  hay gracias, dones con los que se nace y no distinguen clases sociales. Estoy en uno de los más distinguidos barrios de Madrid. Es ridículo observar a una señora elegantemente vestida, como si estuviera en una boda, llevarse el  café a la boca mientras dice  “porque no me sale de los cojones” o “estaba cagando cuando…”
Y no sigo porque estoy indispuesta y voy al baño… Espero que cuando vuelva me hayan esclarecido ustedes este fenómeno tan superficial que sospecho tiene raíces  hondas y hasta retorcidas.


viernes, febrero 07, 2014

HILO DE CALVARIOS



Ayer me di cuenta que mi teléfono estaba descargado: cada no sé cuántos minutos sonaba un pitido, una discreta protesta que yo no entendí hasta pasadas unas horas… Busqué y rebusqué el cargador en el estudio que alquilo: les estoy hablando de un espacio de dos metros cuadrados. Ni rastro.

          Por la tarde, con grandes esperanzas, fui a casa de mi tía…donde he pasado estos días bastante tiempo; seguro que estaría allí. No fue así. Volví a “casa” a las tantas de la noche y mi teléfono seguía protestando, el vecino de al lado roncando y fuera una gotera caía directamente sobre el aparato del aire acondicionado que está bajo la única ventana del estudio, justo donde está situada la cama.

A las diez de esta mañana llegaba yo a una tienda de Movistar en la calle Goya, localizada la noche anterior en Google.

Empieza aqui el camino de la imcompetencia:

I. Estación.  Entro en la tienda y antes de llegar al mostrador una señorita, sin decir ni pio, me indica que espere mi turno. Después de 20 minutos me acerco y me dicen que mi teléfono es de Movistar y… ¡ estoy en una tienda de Vodafone!  “Mea culpa, mea culpa…”

II. Ya salía cuando se me ocurrió preguntarle dónde había una tienda de Movistar. Con desgana y sin mirarme me dice que “ahí enfrente”. No estaba dispuesta a redimirme ni después de 20 minutos de penitencia…¡menos mal que le pregunté!  En frente –ya he aprendido—me pongo en la cola y espero casi media hora. Llego al mostrador y una chica muy amable me dice que “aquí no tenemos cargadores”, es tienda  para contratos …pero puedo ir al Corte Inglés, a la cuarta planta. ¡UFF! ! ¡Gracias, Dios!

III. Llego a la cuarta planta de El Corte Inglés y me topo con una cama y un mozo la mar de hermoso…Un poco azorada le digo que me han mandado ahí los de Movistar. Me contesta que no soy la primera…y añade que la electrónica está en la primera planta. Busco la escalera de bajada y el chico me sigue con una mirada divertida. ¡Vaya por Dios!

IV.  En la primera planta tiene Movistar montado una especie de carrusel sicodélico que da la impresión que estamos a las puertas del purgatorio. Hay que coger número y luego sentarse  en el círculo y esperar  que salga en la  pantalla  tu número y entonces te enterarás si hay o no hay perdón.
Decido que a mí no me toman el pelo otra vez y me acerco con urgencia y desparpajo a una de las ventanillas. Le pregunto al empleado si tienen cargador para mi modesto móvil, casi me da vergüenza sacarlo, hasta los octogenarios están ahí con sus “smart phones”. Da  resultado mi estrategia; el caballero me dice que para los accesorios vaya al otro lado de donde están ellos. Solo hay que cruzar la planta pero ya estoy un poco cabreada.

V. La más rápida. La empleada no toma ningún interés en mi móvil; vaya, que sin yo preguntarle me dice que “tenemos cargadores universales pero no para su teléfono —implicando que mi teléfono no existe. Decido entonces volver al platillo volante de donde venía y coger  número – el treinta y uno —esperar y comprar un teléfono nuevo y acabar con la tortura: si no lo había hecho antes era por temor a perder el número que me ha llevado tres años memorizar.


VI.  Aquí casi pierdo la compostura con un par de jubilados ya entrados en años. Me siento al lado de ellos… Para entonces tenía los pies molidos, todo había sido cuesta arriba. Varias teles sin sonido  muestran al joven hijo de Ortega Cano. El señor que está sentado a mi lado comenta que “el torero” tendría que estar en la  cárcel por asesino. El  otro – con gorra campera y anorak rojo—se anima y arremete contra el hijo : “ése es malo, malo, malo”. Y sigue -- la cara del color del anorak: “ése es un criminal, es un perro con manos”. A punto de  cantarle las cuarenta estaba pero me salva la pantalla: "número 27, primera ventanilla". Me queda un regusto a desprecio y lástima cuando lo veo sonreír a la joven que lo atiende mientras le mira el trasero.

VII. Por fin, después de media hora, me toca el turno…caso rápido en resolverse. La señora que me atiende  dice que SI, que todo está solucionado: tienen el mismo teléfono a la venta todavía… pero  “se nos han agotado las tarjetas de prepago”, que es lo que yo necesito.
En ese momento mi paciencia también necesita una recarga: le digo a la amable señora – sin perder mis modales-- que por qué no tienen a alguien que les sirva de “colador”… no me entiende. Le resumo las aventuras  de las tres últimas horas y le aclaro que todo se habría solucionado si en las tiendas tuvieran a alguien que -- antes de que el cliente tomara turno-- contestara las preguntas básicas, ejemplo: “ no señora, usted está en Vodafone y donde tiene que ir es a Movistar”. Estoy rodeada de otros que asienten y se unen a mi protesta. No comprendo como algo tan básico no se hace. Mientras yo esperé, en algunos de estos sitios, hubo personas que se fueron con el “volveré mañana”: irónico que ahora  sean los clientes quienes  dócilmente  pronuncien el famoso dicho de Larra.

VIII. La más esperanzadora de todas. Una señora –con aspecto de emigrante-- que espera su turno, y que  me ha estado escuchando me dice que si subo un poco  por Alcalá, hay una sucursal que tiene tarjetas de prepago. Ni me da tiempo a darle las gracias debidamente. Allí me dirigí.

IX. Llego y me encuentro la tienda cerrada. Dos empleados están haciendo las  cuentas del día, pero solo es la una y veinte! Les suplico que me ayuden. Algo me contestan pero no los oigo; sigo suplicando y veo que se van con el dinero y no me van a abrir. Miro a los lados  y con gran alarma… y alegría, veo que el escaparate de la izquierda tiene  un agujero del tamaño de la boca del metro…lo único que se me ocurre pensar es “ahora si me van a oir”. Efectivamente me oyen y me responden que les han robado y están haciendo el inventario. La tienda está cerrada…con la excepción del boquete por donde me metí para mantener esta breve conversación. Me dicen que “a la vuelta” hay otra tienda… Les doy las gracias, les deseo suerte y me apresuro ya sin ánimo y rendida.

La X. será mi última estación. Una tienda pequeña, casi vacía, sucia. La encargada habla con una clienta: “cariño”, “hermosa”… La clienta le dobla la edad. Igualmente me trata a mí. Aleluya! tiene el mismo teléfono, tiene la tarjeta de prepago, tiene gracia, simpatía y generosidad. El nuevo teléfono me costará cuarenta Euros pero… me dice: ”déjame ver si tengo algún cargador de los que la gente deshecha”. No me lo puedo creer. Con una sonrisa y un cordón negro aparece ella detrás del mostrador: diez Euros! No necesito otro teléfono, puedo conservar mi número. Ahora a cargarlo y ver todas esas llamadas perdidas…siempre los mismos, los míos.

No pierdan la esperanza que, cuando menos  lo espera uno, aparece lo que se busca en el sitio más insospechado.  
Buenas noches.




lunes, febrero 03, 2014

LOVE PHILIP



No sabía de la adicción de Hoffman a la heroína, es más, siempre lo imagine como una persona equilibrada y fuerte. Cuando ayer vi su foto en CNN presentí lo peor: un ataque al corazón. Sentí pena, como si de un amigo se tratara, me acompañó todo el día. Sabida ya la causa de su muerte, me entristece aun más  pensar en la vida  que ha llevado; en la lucha que ha perdido y que ha debido de ser atroz.

La primera vez que vi en pantalla a Hoffman fue en Love Liza. Una historia intensa y una actuación única : un hombre fuera de si al no comprender las razones por las que su mujer se ha suicidado. Liza ha dejado una carta para él y el drama de la película empieza cuando no se atreve a abrirla por temor a que lo culpe de su muerte. Podría haber sido un fracaso de película, ya que toda la acción se centra exclusivamente en el protagonista, pero es precisamente Philip Hoffman quien salva la situación. Me fascinó entonces. Recuerdo haber pensado: un buen actor; falta nos hace!


 Esta película, que no recuerdo en detalle, me viene a la memoria de una forma insistente, como si el augurio de la temprana y trágica muerte del actor estuviera encerrado en ella y no lo hubiéramos podido descubrir a tiempo.

 Lo echaremos de menos.



sábado, febrero 01, 2014

VALENCIA SI


Del nevado y gélido Boston a Madrid: abro la puerta y me encuentro esto...


La mar no tiene naranjas.
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.
Me pondrá la cara verde,
zumo de lima y limón,
tus palabras, pececillos,
nadarán alrededor.
La mar no tiene naranjas.
Ay, amor
Ni Sevilla tiene amor!
FGL