viernes, diciembre 21, 2012

Luis Fernández-Cifuentes: Javier Cercas en Boston University


El 3 de diciembre tuvimos la oportunidad de escuchar a Javier Cercas, entrevistado por Luis Fernández-Cifuentes, de la Universidad de Harvard y Marta Villar  de la Universidad de Boston. Cercas--entrañable, sencillo, acogedor-- mantuvo a un nutrido grupo atento durante casi dos horas. Excelente conversador, como más abajo nos dice Fernández-Cifuentes : “la agudeza, la naturalidad, la amenidad, el humor y tantas otras formas de seducción verbal caracterizan la oralidad espontánea de Cercas en un grado poco común.”
Y poco común fue que el encuentro se prolongara más de lo acostumbrado y algunas preguntas quedaran en el aire, y también sus respuestas.
Le agradezco a Luis esta riquísima crónica que ha escrito para el blog. Con ella, con Luis, con Cercas acabamos el año vestidos de gala. 


foto de Luis Fernández-Cifuentes



Algún día, me imagino, se publicará un Cercas oral, y el parentesco de ese título con el de Borges oral (1979) no dejará de halagar a Javier Cercas (1962-), que ha reconocido repetidamente en Jorge Luis Borges (junto a Cervantes y Kafka) al mayor de sus maestros. Es muy posible, sin embargo, que Cercas oral recoja menos sus lecciones públicas que algunas de sus entrevistas o diálogos más o menos informales, como el que tuvo lugar en Boston University el pasado 3 de diciembre ante un público de lectores ilustrados y fervorosos de Javier Cercas. Y es que la agudeza, la naturalidad, la amenidad, el humor y tantas otras formas de seducción verbal caracterizan la oralidad espontánea de Cercas en un grado poco común. De hecho, ya existe entre sus obras–me atrevería a decir, entre sus mejores obras–una muestra de la distinción de Cercas como interlocutor: Diálogos de Salamina (2003), transcripción de largas conversaciones con David Trueba sobre la más conocida de sus novelas, la película del mismo título, y el fascinante proceso de transformación de la una en la otra.
Mucho más que Diálogos de Salamina, los diálogos de BU estuvieron en buena parte dedicados, precisamente, a la genealogía literaria de Cercas, porque, como ya había escrito en El móvil (1987), "lo esencial es crearse una sólida genealogía, lo esencial es tener padres". Ahora reitera: "lo hacemos todo por imitación", al menos hasta que "con mucho tiempo y mucho trabajo puedes desarrollar una personalidad propia". Imitación, ¿de qué o de quién? Quizá la mayor constante del diálogo–o la más valiente–fué una demarcación radical: fuera de Cervantes y su Quijote–"la mejor novela de la historia... todos venimos de ahí"–no hay un sólo autor español que Cercas quiera incluir en el registro de sus predecesores. Advierte elegantemente que cualquier escritor tiene dos riendas en la mano: la de la tradición propia y la de la tradición universal; pero resulta evidente que, en su caso, una de esas tradiciones es mucho menos indispensable que la otra. Por ejemplo, escritores españoles de éxito y aproximadamente de su misma generación, como Andrés Trapiello (1955-) o Antonio Muñoz Molina (1956-), han invocado a Baroja, Galdós o Valle-Inclán entre los pilares de su formación. Cercas, que ha leído en su momento a esos maestros y los menciona (escasamente) en algún ensayo con educado respeto, no tiene, sin embargo, reparo alguno en desplazarlos de su olimpo literario, a favor de eminencias forasteras: si bien la prosa de Azorín le interesa más que la de Baroja, "no creo que ninguno de los escritores españoles de ese momento estén a la altura de los grandes novelistas de fuera"; desde luego, "Galdós no es Flaubert ni Clarín es Balzac". Los prosistas españoles de generaciones posteriores tampoco están a la altura de los numerosos escritores hispanoamericanos que pueblan profusamente su genealogía: Vargas Llosa, García Márquez, Rulfo, Bioy Casares, Cortázar, Cabrera Infante y, sobre todo, de nuevo, Borges, por más que sea (o precisamente por ser) el más inimitable: "Tardé mucho tiempo en hacerme escritor por culpa de Borges...". Junto a ellos, Faulkner y Kafka, Hemingway y John Irving, Oscar Wilde y W.H Auden (los ensayos)... Claro está que los predecesores no son un mero objeto de culto, a menos que sea una forma de culto "abrirlos en canal, arrancarles las entrañas", triturarlos, de manera que uno pueda devorarlos y asimilarlos: entiende Cercas que no hay otra forma de curarase–"estaba enfermo de Borges y Kafka", había escrito en Relatos reales (2000)–o de superar la dependencia de los predecesores; es decir, no hay otra forma de conciliar su magisterio con la autonomía de la propia creación.
Otros leit-motifs de Cercas, que aparecen reiteradamente en sus colecciones de ensayos– Una buena temporada (1998), La verdad de Agamenón (2006)–, se abrieron paso aquí y allá en el curso de nuestro diálogo. Dos, sobre todo. Primero, y de forma algo más concisa, el tema del héroe. Cercas había notado ya, en Diálogos de Salamina, la abrumadora presencia del mal en la literatura contemporánea, y había emprendido una vindicación literaria del bien: "Eso es lo natural, comportarnos como las bestias y lanzarnos a la yugular del otro. Lo misterioso es la bondad". Esa bondad sería el atributo o la "virtud" del héroe. En el diálogo de BU, Cercas aludió a una reciente encuesta de Le Monde sobre la palabra más importante para un escritor y resumió así su respuesta: "La palabra más importante para mí es «no». Los héroes de mis libros son aquellos que dicen «no». Miralles [en Soldados de Salamina], los tres de Anatomía de un instante [Suárez, Carrillo y Sánchez Mellado]. Rodney Falk [excombatiente de Vietnan que protagoniza La velocidad de la luz (2005)], en cambio, dice «sí» en un momento determinado...", y ese «sí» arruinará su vida. En un "instante" irrevocable de la vida del héroe, el que dice «no» "se salva" y el que dice «sí» "se condena". Seguramente por eso–confiesa Cercas–La velocidad de la luz es una novela "que a mí me incomoda mucho": por eso, y por "una secta de fanáticos peligrosos" que la novela parece haber engendrado entre sus innumerables lectores.
Segundo, y de forma más pormenorizada, Cercas expuso en varios momentos del diálogo de BU los hitos de su evolución personal: desde su experiencia juvenil en la Universidad de Illinois (Urbana)–entre personas que luego fueron personajes de sus novelas El inquilino (1989-2000) y La velocidad de la luz; entre los nueve millones de libros de la biblioteca, donde el acceso directo a los anaqueles te permite descubrir que el libro que realmente buscas puede no ser el que buscas sino justamente el libro de al lado–hasta su experiencia más reciente de cronista de prensa o escritor de Relatos reales, como titula una de sus compilaciones (2000). "Porque yo era un escritor de gabinete", explica ahora, "hasta que salí a la calle, tomé notas..." Fue posiblemente el único momento del diálogo de BU en que Cercas reconoció de algún modo como propia la tradición española de escritores de prensa y su "gran prosa": Ortega, Unamuno, Baroja, Azorín y, más que nadie, Larra. Con todo, se diría que la evolución de su carrera literaria tiene más que ver con el éxito–el de Soldados de Salamina, en especial–que con ningún otro episodio de su vida profesional. En una conversación de sobremesa, Cercas ya había observado que su trayectoria personal le parecía dividida en un "antes" de Soldados de Salamina y un "después" de Soldados de Salamina. En el diálogo de BU completó esa observación (o así me lo parece) con esta otra: "he crecido burlándome de los escritores de la generación anterior, que eran los escritores comprometidos"; pero luego, "por extrañas vías,"–quizá por el tipo de autoridad y responsabilidad que el común de los lectores confiere al escritor de éxito o espera de él–"me he convertido en un escritor político, comprometido..." En La verdad de Agamenón había puntualizado ya su "compromiso social y político" y había concluido que acaso la forma más sensata de leer los libros es "como si fueran manuales de autoayuda". En Una buena temporada lo había formulado de este modo: "Sin duda, la materia prima de la escritura es la experiencia moral del escritor". Es decir–concede en el diálogo de BU–que "la literatura no es meramente un juego"; que la literatura debe "contribuir a que las cosas no vayan tan mal. Ahora me veo haciendo esa figura [del intelectual] de la que me he reído... Al final me he responsabilizado".

Luis Fernández-Cifuentes




10 comentarios:

pingüinodespistado dijo...

Tenéis el privilegio de que por allí –por Boston– van pasando los que por otros lados –españa, en estos casos– alcanzan voz pública: yo creo que apra ellos es una especia de espaldarazo o reválida. Cercas no mantiene, creo, al público en vilo por una u otra novela, sino por su modo de ser y escribir dentro de la normalidad, como bien explica el post, más en la línea de Muñoz Molina, por ejemplo, que en la de Landero, que acaba de publicar otra novela, y que se la he pedido a los Reyes Magos, que no existen en Japón, donde resido. Si vais a la Península, acordaos de adquirirla. Por cierto, Landero también se confiesa cervantista, que es un lugar común de los narradores. A Cercas se le nota menos su cervantismo (quizá en la contención y la sensatez); a Landero se le nota hasta en el estilo.

Paul dijo...

Primera vez en mi vida que conozco (1) el autor de un libro que leo en clase; (2) un personaje que sale del libro y que resulta aun más interesante en la realidad. Y (3) me fui muy contento con mi libro firmado. Gracias a Javier Cercas y a los que lo entrevistaron.

Juan Ramón Trotter dijo...

Solo he leído de él Soldados de Salamina, y lo mejor de la novela, como es sabido, no es novela, y no es de Cercas. El cogollo forma parte de la historia de la familia de Ferlosio (que espero que alguien escriba algún día). Cercas se apropió de una historia que no era suya, y la mezcló con unas dosis de ficción, todo ello para llegar a una moraleja bienpensante. Vargas Llosa le dio el espaldarazo, y Trueba hizo una película bienpensante en la que lo mejor era Chicho Sánchez Ferlosio. Así, doblemente engrasado, el negocio funcionó a las mil maravillas. Pero daba sonrojo pensar que el carro estaba tirado por un caballo robado.
Te mando todo mi afecto, estrella.

Wilfredo el Velloso dijo...

Javier Cercas es un bluff. Es nuestra gracita morales de la literatura. Qué atrevimiento colocarse al lado de Larra. Nada menos. El Gracita morales de la literatura española leyendo a kafka, a Borges y los ensayos de Auden. Ja, ja, ja. Pero ¡qué convencional, dios mío! Todo un puro cliché de lo más polvoriento. Y si este tío es un escritor político, yo soy la sota de bastos!

Ada dijo...

Un final de año muy literario, y encima de autores que conozco!
Me gusta mucho Cercas, también por sus artículos, de tono moderado.
Para mí lo mejor es Anatomía de un instante, una crónica histórica que te mantiene en vilo durante todo el libro, y eso que todos conocemos el final.

pingüinodespistado dijo...

y yo que no me había atrevido a ser duro con Cercas...., veo que los comentaristas son mucho más rigurosos; y sí, estoy de acuerdo con algunos: no parece que la novela de Cercas alcance la altura, digamos, de Landero. En fin. El mercado manda mucho.

Christopher dijo...

Sí, exactamente, un caballo robado.
En el arte, todo es un remix.
¿No es cierto que el buen novelista “roba” sus historias de todo el mundo y las cuenta a su manera, de forma memorable? Hace lo mismo el pintor, el poeta, y el dramaturgo que “roba” descaradamente de una traducción de Plutarco o de un recorte de prensa o de la historia que le ha contado su barbero. “Roba” Cercas a plena luz. En todas partes—en Soldados de Salamina, en entrevistas, en dialogos como el de BU, en la mesa y en la sobremesa ha afirmado Cercas que la novela tuvo sus orígenes en la historia que le contó Rafael Sánchez Ferlosio. Lo que hace en Soldados de Salamina es contar ese robo y otros y problematizarlos. ¡Y esto para que le digan a Cercas que su historia...es una historia robada! La de Sánchez Mazas se registra, de forma menos memorable, en la prensa de la época (ABC, La Vanguardia…) y en otros muchos libros citados por Cercas. ¿A quién pertenece la historia? ¡A ti, si quieres y puedes contarla!

Juan Ramón Trotter dijo...

¿Por qué le reprocho a Javier Cercas que haga con Sánchez Mazas en Soldados de Salamina algo que no se aleja mucho de lo que hace, p. ej., Javier Marías con Peter Russell en Tu rostro mañana? El Sánchez Mazas de Cercas no es un personaje "ficcionalizado", sino una persona real de la que se da cuenta en el curso de una entrevista real a Ferlosio (y el novelista ofrece dicha narración inserta en una situación comunicativa que lleva a leer dicha entrevista como se lee un texto periodístico, toda vez que dicha entrevista existió, en ella se hablaba de la realidad con pretensión de verdad, y dio lugar a un texto periodístico real, por mucho que aquí se de cuenta de ella en el contexto de una novela), mientras que el Peter Wheeler de Marías es un trasunto ficticio, por mucho que el novelista utilice datos biográficos verdaderos. Puede que la principal objeción que se le puede hacer a Cercas no sea otra que la de hacer trampas retóricas, porque Marías deja claro que está haciendo una novela, mientras que Cercas dice que hace lo que él llama con ambigüedad un "relato real". [Además, Javier Marías se preocupó de dejar claro que le había pedido permiso a Peter Russell: "en septiembre de 1998, llamé por teléfono a Peter y le pedí permiso para utilizarlo como personaje", como se puede leer aquí: http://elpais.com/diario/2006/07/23/eps/1153636018_850215.html]
Por cierto, ¿qué es Anatomía de un instante [que no he leído], novela, reporaje o “relato real”? No creo que todo pueda caer en la tolva de la ficción, por mucho que la pretensión de verdad sea no pocas veces ingenua. Una cosa es “hackear” un dispositivo literario, y otra cosa es “hackear” la realidad. Y si decimos que la realidad no existe sino como dispositivo literario en sentido amplio, eso no quiere decir que todo dispositivo literario sea ficción.

pingüinodespistado dijo...

Yo no hablaría tanto de la imitación, la fuente, el tema, etc. (ya dijo Machado que nada nuevo desde la nave de Homero), sino del resultado, de lo que se ha hecho con todo aquello. A mí es el resultado "novelesco", el ejercicio de creación de Cercas lo que se me cae de las manos. Un creador puede no ser original en casi ninguno de sus elementos utilizados para la creación, y el resultado puede ser deslumbrante.

estrella dijo...

Gracias por los comentarios. Juan Ramón; no puedo estar de acuerdo contigo. La palabra “robo” es muy fuerte para no ir acompañada con una nota a pie de página… Aprecio, no sabes cómo, que hayas entrado a mi blog con tu nombre.

El comentario de Wilfredo el Velloso y sus carcajadas dicen más de la persona que lo ha escrito que de Cercas…en España se da con frecuencia este fenómeno.

Les deseo unas buenas fiestas con su familia. Olvídense de todo—si pueden-- y disfruten de sus seres queridos.