viernes, septiembre 30, 2011

La poesía romántica como lengua extranjera.

Interior del Instituto Internacional,sede del programa de B.U.


Empiezo ahora
a introducir a mis estudiantes a la poesía española. Muy jóvenes son, jovencísimo su español, por lo cual he seleccionado, para empezar, una serie de poemas que les atraiga el tema y que sean fáciles en su lenguaje y forma.


Rosalía de castro ( 1837-1885)

Te amo… ¿Por qué me odias?
-Te odio… ¿Por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.

Mas ello es verdad… ¡Verdad
dura y atormentadora!
-Me odias porque te amo;
te amo porque me odias.


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Sintiéndose acabar con el estío
la desahuciada enferma,
—¡Moriré en el otoño!
—pensó entre melancólica y contenta—,
y sentiré rodar sobre mi tumba
las hojas también muertas.
Mas... ni aun la muerte complacerla quiso,
cruel también con ella;
perdonóle la vida en el invierno
y cuando todo renacía en la tierra
la mató lentamente, entre los himnos
alegres de la hermosa primavera.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
Hoy la tierra y el cielo me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…
¡hoy creo en Dios!


Antonio Machado (1875-19390)

Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada,
contra el amor, que la amada,
no haya existido jamás.


Pedro Salinas (1891-19510)

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo."


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Imaginen que tienen entre dieciocho y veinte años:
¿Qué poema ha sido el más popular?
¿Cuál el menos interesante?

domingo, septiembre 25, 2011

LE IBAN A AMPUTAR UNA PIERNA



Hasta aquel momento su vida, lo que él llamaba «vida» en los últimos años –desde que notó al despertarse que la pierna le fallaba y se resistía al peso de su cuerpo–, se había centrado en descubrir por qué no le obedecía. Al principio pensó que con un poco de mimo la pierna, a la que había querido tanto, se reformaría y todo volvería a la normalidad; pero la pierna no le dejaba caminar, dormir o vivir tranquilo.

Se preguntaba con frecuencia qué habría hecho para ser castigado de una forma tan cruel. Nunca le había hecho correr más de lo que ella podía, ni saltar precipicios, ni cargar con pesos amargos… Hasta renunció a lo que más deseaba en su juventud: ser futbolista. Renunció porque, desde que descubrió el valor de esa pierna, decidió que era lo mejor de su cuerpo y moriría con ella puesta.

Era consciente de que perdería el pelo, los dientes, la visión…; ¡hasta se volvería sordo! Esto último era una tara hereditaria en la familia. Pero la pierna, ¡esa pierna de la que tan orgulloso estaba…! ¡Antes morir con ella que perderla! Así lo juró en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Era creyente.

Parecía que la pierna se hubiera cansado de tantas conjeturas y dependencia, y que la única forma de llamar la atención del resto del cuerpo era dejar de funcionar perfectamente. Poco a poco lo hizo. El resto del cuerpo lo sintió, incluida la ropa, los zapatos… ¿Qué pasaría si se la amputaran?, se preguntaban los pantalones.

La técnica había avanzado tanto para entonces (había pasado décadas viviendo con la exigente y caprichosa pierna) que se la podían reemplazar por otra muy parecida y más duradera…, aunque no le daban una garantía de por vida, como la otra la tenía, a pesar de sus dolencias y achaques… Sin embargo, siempre se podría reemplazar con otra más avanzada; tan adelantada que cuando su cuerpo requiriera el descanso y el silencio, la nueva pierna lo levantaría del sillón y le haría recorrer millas, saltar arroyos… Y si no lo podía hacer, el nuevo injerto lo miraría con cara de reproche, cansancio y desesperación, pensando: «¿Qué demonios hago yo con este cuerpo?» Entonces sería la pierna la que pediría un trasplante de cuerpo… ¡y rápido!

Al fin no puedo contar lo que pasó… No supe si decidió pasar por el quirófano o seguir con la «difícil de vivir pierna»…, como él la llamaba. Acaso aún sigue andando con esfuerzo por las esquinas de su vida.

viernes, septiembre 23, 2011

Primer día de otoño en Madrid

Tenía que volver un día y reanudar la conversación con ustedes, aunque ando seca de mollera este primer día de otoño.
Una pena no haber tenido el buen ánimo como para sentarme al teclado y contarles esas pequeñas cosas que, recién llegada a Madrid, siempre me sorprenden y me hacen renacer…Las conversaciones con los taxistas a la cabeza de la lista.
Pero estoy cogiendo pocos taxis; el barrio de Salamanca me da la oportunidad de andar a mis destinos diarios. Además, no es igual estar en Madrid un par de semanas – en ese caso los taxis están justificados – que quedarse casi cuatro meses aquí. Andar, rozarse con la gente en las aceras, pasar por delante de las terrazas, y ver como los pobres se las arreglan para sacarnos unos céntimos dan de sobra para pensar.

Fue ayer cuando sentada en una terraza pasó un joven con su acordeón. Se colocó enfrente de la mesa de una familia con niños y empezó bajito con su música. En menos de dos segundos lo llamaron y le dieron dinero para que se marchara y los dejara en paz. Muy ingenioso, pero me pareció cruel.
El chico se mudo a donde estaba nuestra mesa. Tocó y tocó y el sonido subió y subió hasta que me era imposible oír lo que decía el de enfrente. Terminó su tabarra y pasó el bote. No le dimos nada…No sé qué fue más humanitario, darle dinero para que no tocara, o dejarlo tocar y luego no dárselo por haber interrumpido nuestra placentera charla. Problemas de conciencia.

De vuelta a casa entré en el supermercado DIA. Poco compré, nada comestible. Llegué a la Caja y observé lo que los demás habían comprado. El señor que estaba delante de mí, vestido al estilo del barrio, llevaba un par de pechugas de pollo, una barra de pan, yogures y unos tomates…A la hora de pagar vi que le invadía la confusión; se puso nervioso. Buscaba en los bolsillos y en la cartera…Finalmente le dijo a la cajera que tendría que dejar una de las cosas que llevaba.
En estas situaciones no sabe uno qué hacer, lo mejor es hacerse el despistado… a mí me salió lo de ¿pero cuánto le falta? La cajera no contestaba y el señor estaba de lo más incomodo. Entre sorprendido y avergonzado me dijo: “no, por favor, no se preocupe”. A lo que yo repetí de nuevo , ¿Cuánto le falta?, entonces me dijo que un Euro. Le puse el Euro en la mano donde ya tenía unos billetes. La cajera se divertía con el intercambio, el señor se apuraba para salir por la puerta a mi par y yo recogía mis cosas para desaparecer de allí lo antes posible. A la salida me dijo atropelladamente:”Bueno, a ver si nos vemos otra vez para poder devolvérselo”. Yo, dándole ya la espalda – íbamos en sentido opuesto, gracias adiós! – le contesté: “no se preocupe, páseselo a otro”…
A algún acordeonista, pensé.

viernes, septiembre 16, 2011

JOSÉ ATAZ HERNANDEZ (1927-2011)


Que difícil me va a ser hacer justicia a este noble “toro”, como nos referíamos a él en estos últimos años tras pasar, una y otra vez, ingresos en la UVI que la mayoría de nosotros no habríamos sobrevivido. Para ello tendrían que hablar todos aquellos que tuvieron la buena fortuna de conocerlo. Muchos de sus más queridos amigos, ya muertos, también.
Conocí a mi tío a los doce años. Mi tía Esperanza se había enterado de que, desde la muerte de mi madre, andaba de casa en casa (por así decirlo) y en los veranos “por esos campos de Dios” como una gitanilla. Para mí fueron veranos inolvidables, pero esta visión romántica-picaresca movió a mi tía y seguramente a su marido, a invitarme a pasar el verano del 62 al Mar Menor. Me enteré así de cómo viven los que estudian: yo llevaba varios años sin ir a la escuela, y era lo que más deseaba.
Quiero aclarar que aunque me refiera a ellos como “tíos” y “primas”, el lazo sanguíneo es mínimo; por parte de mi tío, nulo. Mi madre y mi tía Esperanza eran primas hermanas que se habían visto un par de veces en su vida. Eso, precisamente, hace mi relación con ellos mucho más fuerte.

El verano, que debieron ser casi tres meses, pasó en un soplo. Mi tío venía los fines de semana, hasta el mes de agosto en que tenía vacaciones. Mis tres primas--a la mayor le llevo 5 años--eran casi preciosas muñecas para mí. Con ellas y sus amigas jugué sin descanso y con la abundante imaginación que por entonces tenía.
Preparada mentalmente a volver con mi abuela me llevé una gran sorpresa. Mi tía me preguntó que si me quería quedar con ellos; así iría a la escuela…
Fue entonces cuando me di cuenta de lo diferente que era mi tío a otros hombres. Era persona de pocas palabras. Había delegado en mi tía mi cuidado y educación. Pero no por eso dejaba yo de observar el aprecio que me tenía. Mi tía no podría haber tomado la decisión de esta “adopción” sola. Evidentemente lo hablaron.
Tenía tres hijas y no le importaba añadir a la mesa a una cuarta, extraña. Mi experiencia había sido otra. Desde ese verano, mi admiración y cariño hacia ellos –especialmente a mi callado tío – nunca ha tenido límites.
Pronto, después de ese verano, me encontraría haciendo una vida errante, gitana de verdad pero en un Seat 600. Nombraron a mi tío Delegado de Hacienda y viviríamos en las siguientes ciudades, nunca más de tres años: Córdoba, Burgos, Cádiz, La Coruña y Sevilla. Acabaríamos en Madrid donde mi tío tuvo un importante cargo en el Ministerio de Hacienda.
En 1977 me fui a EE.UU. En un principio volvía todos los veranos, pero en el 94 dejamos de hacerlo por diferentes razones. Fue en esos años de mi ausencia cuando mi tío empezó con problemas médicos. Me mantenían informada y las posibilidades de vivir una vida normal para él eran mínimas, desde un principio. Pasaron unos años y nos sorprendió a todos – en particular a sus médicos – que consideraban que cada día era una prórroga. El siguió trabajando desde casa: ayudaba a amigos, familiares o antiguos clientes… a extraños que conocía en sus paseos en su silla motorizada o sentado en el café de enfrente de casa. La voz corre y en casa siempre había alguien entrando o saliendo cuando yo llegaba.
Escribió artículos de opinión que ni el ABC se atrevió a publicar… Dejaría los artículos y pondría su esfuerzo en un libro:¿MEMORIA HISTORICA? SI, PERO PARA TODOS. Si pinchan en el titulo podrán leer la reseña que hace de él José Manuel G. Torga.
Dedicó un ejemplar a mi marido y cuando le reproché que no me hubiera incluido me dijo, como si él llevara toda la razón, que para qué queríamos dos, en un matrimonio lo que es de uno es del otro. ¡Pues no, pensé yo, mi tío es mío y no del otro! La verdad es que fue mi marido el primero en leerlo… y eso lo sabía él al dedicárselo. El día de la presentación me puse en la cola y se sonrió al verme. La dedicatoria: “A María Estrella que no le gustan las ataduras”.
En estos cortos viajes que he hecho desde el 2006 con el motivo principal de disfrutar de mi familia, hemos tenido largas conversaciones. El silencioso tío Pepe se había vuelto locuaz, apasionado, y argumentativo, era difícil callarlo…Tengo el honor de haberlo dejado callado y pensativo en un par de ocasiones.
Sé que se sentía desilusionado, triste por la situación política actual. No concebía ese desprecio de los nuevos políticos a toda una generación que bajo los últimos años de Franco preparó al país para una transición sin problemas. Toda una generación de funcionarios del estado que habían trabajado honradamente y con un pago mínimo. Una generación ahora perdida sin la cual el cambio habría sido bien diferente.

Acabaré, con una anécdota que lo retrata.
Cuando volví este pasado abril, mi tía no estaba en casa. La puerta del despacho de mi tío estaba cerrada y del griterío (mi tío estaba sordo) y algún que otro sollozo de mujer, deduje que se estaba debatiendo algo serio y urgente. Me puse cómoda. Por fin se abre la puerta corredora y veo salir a una pareja en sus setenta, de aspecto humilde. Ahora es ella quien discute porque mi tío no le dice cuánto ha sido la consulta, de casi dos horas, mi tío apoyado en sus muletas la empuja, prácticamente, hasta la puerta; el marido mientras tanto deja un sobre blanco en la mesa del despacho.
Cierra la puerta con alivio y cuando se da media vuelta y me ve dice: “¡Anda, si estás tú aquí!”
A mi insistencia, y resumiendo, me explica que la semana anterior este señor – taxista- lo recogió para llevarlo a una reunión. El taxista le preguntó que si era abogado… Así fue como le explicó a mi tío en el lío que estaba metido con sus hermanos; pensaba que le estaban robando parte de la herencia de sus padres. Ni corto ni perezoso le tendió una tarjeta y le dijo que lo visitaran en casa para arreglar la cuestión. Y vaya que si se la arregló. Muy contentos salieron ese día que los vi. ¡Pero no se esperaban que les saliera gratis! Cuando le señalé que habían dejado un sobre con dinero, me hizo un gesto de indiferencia y nos pusimos a hablar de otra cosa. El dinero del sobre blanco, con seguridad, pasaría a otro caso parecido. Probablemente en el mismo sobre.

NOTA
Para los que no conocieron a José Ataz Hernández personalmente, este ensayo autobiográfico les dará una idea de la fuerza e intensidad con que lo vivía todo, y con la claridad que se expresaba.

Testimonio de una Convicción

miércoles, septiembre 14, 2011

NOSTALGIAS


Hoy vuelvo a una vida casi normal.
Anduve desde mi apartamento a Miguel Ángel ocho.
Hermoso edificio.
Di mi primera clase con un día de retraso.
En el aula sólo existe el presente, los demás tiempos no nos pertenecen.
De vuelta a casa he buscado un almohadón de plumas.
Esta noche quizás duerma.
Cuando he llegado a este extraño lugar donde resido ahora
he sentido nostalgia de Yo-Yo Ma y su admirado Morricone.
El sonido de mi laptop es estridente, irritante, pero sigo escuchándolo.
Espero que ustedes tengas buenos altavoces y almohadones de plumas,
Aunque sean de IKEA.

martes, septiembre 13, 2011

TAKASHI NAKAYAMA

Fue en la clínica donde hojeando una revista encontré mi horóscopo para esta semana:
Mejor día: lunes
Salud: No permitas que nada ni nadie te quite el sueño.
Dinero: No cambies de trabajo
Amor: Por propia experiencia ya lo sabes: no te creas todo lo que te
digan.


Bastante acertado, con la excepción del amor! El lunes fui a casa de Takashi, ya había tenido un encuentro con él cuando estuve aquí en primavera y decidí que nadie más que él me volvería a tocar el pelo. Décadas en EE.UU. de frustraciones con las peluquerías. Creo que nunca he vuelto más de dos veces a la misma en las cinco ciudades que he vivido.
Sentada en la silla giratoria, delante de un espejo que me devolvía la imagen de una extraña mujer cansada, dejaba a Takashi que hiciera lo que quisiera con mi pelo… para alguien de mi autocontrol esto es un milagro. Mi deseo: ir a la peluquería y que nadie note que he ido: solo Takashi puede conseguir esto. Otra manía: que me corten el pelo pero que me lo dejen igual de largo: nadie ha sido capaz de hacerlo antes de conocer a Takashi.
Así que, como ya he dicho, voy en contra de mi horóscopo en cuanto al amor: Lo que digaTakashi va al cielo…y yo detrás de él para que me corte el pelo.
Takashi Nakayama, artista, no lo confundan con el pintor, trabaja en casa, en Madrid, y viaja a Barcelona con frecuencia para atender a los clientes que hizo cuando vivía allí.
Ya les digo, a un hombre de su talento no se le deja fácilmente. Yo he caído en el hechizo.

TAKASHI NAKAYAMA
HAIR CUT
678 550 457

miércoles, septiembre 07, 2011

La salud de 'nuestros' enfermos.

Les iba a contar mi viaje de Boston-NY-Madrid, largo pero interesante. Cuatro horas en el aeropuerto JFK para un observador es oro. Una vez en el avión me proponía dormir – o hacerme la dormida-- pero me tocó un locuaz y simpatiquísimo joven (una mezcla de hijo y sobrino) y caí en la tentación de seguirle en su seductora conversación: lo último que me dijo, antes de mandarlo a dormir, fue que lo primero que encontraría en casa cuando llegara sería un plato de JAMON. Ni que decir tiene que lo primerito que haría yo al llegar a Madrid sería ir al mercado y comprar Jamón y pan crujiente.
Pero el hombre propone… y la salud dispone. Nada más llegar me fui derecha a la clínica donde estaban a punto de operar a mi tío. Éramos unos cuantos en la sala a la espera de noticias. En buenas manos estaba el paciente, en el equipo su hija y su nieto (madre-hijo…para mí prima y sobrino). Y fue éste quien en dos ocasiones entró para asegurarnos que todo iba mejor de lo previsto y la intervención quirúrgica duraría menos de lo pensado. Me emocionó ver al todavía, para mí, “pequeñajo” vestido de azul…o como su hermano ha titulado esta foto que hizo con el teléfono “el nuevo George”.