jueves, marzo 24, 2011

LOS BULANICOS NO LLEGAN



Son las cinco de la tarde y el sol entra por el ventanal donde trabajo. Toby y Chiqui duermen, uno pegadito al otro; Desde que la madre murió, padre e hijo decidieron hacer las paces. Uno no baja la escalera a no ser que el otro lo siga, el hijo hace pipi y el padre va detrás olfateando - ya no ve muy bien - para dejar su marca junto a la del primogénito. Cambian de plato a la hora de cenar como si de un ballet se tratara; a veces uno espera gentilmente detrás del otro hasta que el otro decide averiguar si los dos comen de la misma olla. Si uno quiere salir y me hago la tonta porque estoy ocupada, irá al otro y le hará ladrar y juntos exigirán que deje lo que esté haciendo y los saque, o les cambie el agua o, incluso, que me siente con ellos en el sofá. Estos dos machos que tanto han peleado-- hasta que hijo (el Alfa) se impuso al padre-- se acurrucan en el sofá la mayor parte del día, apoyada la cabeza de uno en el lomo del otro. Ahora mismo duermen juntos bajo este, todavía, tenue sol...Como solía hacer el hijo con la madre, ahora lo hace con el padre.

Unas pelusillas blancas revolotean en frente de los cristales. Por fin los bulanicos anuncian la primavera. Me he acercado con verdadero entusiasmo, recordando como los soplaba cuando era niña, hasta que acababan metiéndoseme en la nariz. Una vez en la ventana me doy cuenta de que no son bulanos, son copitos casi sin cuajar de nieve.


Qué largo se hace este invierno.

jueves, marzo 17, 2011

SHIH TZUS

A M O R E S DE P E R R O S

La primera Tana de la familia y mi hijo Dan en su primer cumpleaños
Inventé miles de excusas para no tener ese perro que tanto deseaban mis hijos desde pequeñitos. A los catorce años uno de ellos pasó un semestre en España, por aquello de que no olvidara su español y refrescara las costumbres maternas. Parece que lo que mejor hizo durante el semestre fue cuidar a Cher, una perra Shih Tzu a la que mimaba y bañaba los fines de semana. Cuando el chaval volvió a casa, mi familia - desde España - insistió que un perro sería la solución para convertir a 'the wild Yankee' en un cariñoso y disciplinado niño español. Aunque yo sospechaba -- vaya, estaba segura-- que los cuidados y cariños a Cher no eran otra cosa que haber echado de menos a su "mamá", nos fuimos sin pérdida de tiempo en busca de nuestro primer Shih Tzu, Toby, ahora camino de sus 17 años.

Aquel verano Toby paso más tiempo en mis brazos y en los de mi hijo Pab que en el suelo. En septiembre todos teníamos que volver al colegio. ¿Qué haría este cachorrillo tantas horas solo en casa? Se me partía el corazón. Después de un par de días de rondarme esta pregunta, solucioné el problema: le encontré una hembrita blanca y color canela a la que llamamos Tana. Felices vivieron por un tiempo, esperando diariamente nuestra vuelta a casa, hasta que le llegó a Tana su primer celo. Era penoso ver lo desquiciados que andaban los dos, y el resto de la familia también, evitando lo que parecía inevitable. Tana era muy joven para quedarse preñada. Pero ella no se daba cuenta y perseguía -- con sus ojillos como lunas llenas y su lengüita fuera-- al extenuado de Toby que, por mucho que deseara la unión, a veces se escondía debajo del sofá cuando veía venir a la pelirroja. Era demasiada la lucha que mantenía, entre el reclamo y la prohibición que nosotros le imponíamos.
Decidimos que esta situación no se podía volver a repetir. Había que castrarlos. El veterinario lo recomendaba, aludiendo incluso a los beneficios médicos del procedimiento: evitar el cáncer de mama y el de próstata. Yo
estaba a favor de hacerlo lo antes posible, pero los hombres de la casa se ablandaron arguyendo aquello de "lo cruel para Tana de no pasar por la experiencia de ser madre". Me mantenía firme; después de haber tenido yo dos partos difíciles, no creía que la experiencia fuera nada especial. En fin, que como a los cachorros no se les debe separar de la madre durante los primeros dos meses, y sabía que me tocaría todo un verano de intenso trabajo y cuidado: son en esos primeros meses cuando se les entrena a salir fuera para hacer sus necesidades, a comer y respetar los espacios de la casa etc., me resistía. Pero vencieron ellos.

Así nos encontramos Tana y yo una larga noche, mientras los hombres dormían, pariendo. Me había instruido bien sobre el asunto. Tana fue una parturienta ejemplar. No supo qué hacer con el primer cachorro: se lo limpié y se lo puse delante; ella lo lamió y se lo acurrucó. Los siguientes fueron llegando espaciados casi una hora, a todos le rompió la membrana y los limpió diligentemente. Ni un gemido. Cada vez que se acercaba la llegada de uno me miraba entre suplicante y agradecida. Esa noche se produjo un vínculo especial entres las dos que ni con su muerte ha desaparecido.

Después de dos meses con este manojo de juguetes vivientes no pude darlos todos. Nos quedamos con Chiqui y una de las hembras--la más inquieta y saltarina--se la dimos a nuestra amorosa tía Florence. Florence tuvo en su juventud uno de los primeros Shih Tzus que llegaron a América desde Inglaterra. La historia de estos perros es interesante, siendo favoritos del emperador, estuvieron a punto de desaparecer con la revolución comunista.
A sus ochenta años le ofrecí a Florence la adorable perrita. Ya había jurado ella que nunca más tendría otro perro. Cuando la vio, emocionada y llena de dudas, insistía en "cómo, a mi edad, podría cuidarla" y otros lamentos parecidos. Quedamos en que probara un par de semanas y si no podía me la traería.

Hace años de esto.

Estas últimas semanas Florence las ha pasado en una clínica de rehabilitación física, sus piernas empiezan a fallar, nada serio para - por lo demás - una joven de 95 años. Más preocupante es la salud de su querida Tara. Su corazón se debilita y el veterinario piensa que no durara mucho más. Esta noticia nos llegó mientras Florence estaba hospitalizada y nos alarmamos. Existía la posibilidad de que la perrita muriera antes de que ella fuera dada de alta. Había que prepararla y temíamos lo peor.

Nos ha sorprendido. Asomándole unas lagrimas ha dicho: "hemos tenido 15 buenos años juntas". Este sereno comentario sobre la cercana muerte de su compañera me confirma lo que sospechaba, la aceptación de su propia muerte. También en el gran apego a este animal que tanta compañía y cariño le ha dado. Cientos de veces me ha hecho prometer que si le pasara algo a ella yo me encargaría de la perra. Ahora, la posibilidad de que Tara muera antes parece ser un alivio para Florence.

Morir sabiendo que no dejas nada tras ti que te retenga debe de ser un gran regalo

Gringo, un perro sevillano (ver comentarios)

viernes, marzo 11, 2011

Tsunami en Japon / Amenaza nuclear

Mientras la mitad del mundo duerme la otra mitad padece.



domingo, marzo 06, 2011

Animal Hoarding

En alguna que otra noche de insomnio, buscando dónde abandonar mi cansado pensamiento, suelo poner la tele y acabo viendo películas románticas o (mucho más eficaces) programas desastrosos: personas que comen, gastan, se mutilan, de una forma compulsiva. A otras les da por acumular todo lo que encuentran hasta convertir la casa en un basurero...

No falla: de la consternación al dolor por el sufrimiento ajeno, el asombro y la compasión... siempre llega el alivio de que "no he caído tan bajo", hay que dar gracias; de alguna manera todavía me mantengo cuerda. Ver que en el mundo hay gente que ha llegado a extremos - sean los que sean - es para mí tranquilizador. Después de uno de estos programas, y la seguridad de que todo podría ser peor, uno duerme ¡ocho, nueve o diez horas de un tirón! Recurrir a los fármacos, cuando la televisión te ofrece soluciones, es un atraso; como poco, te lo agradecerá el hígado!
Pero la cosa no es para tomársela a broma. Hay familias que viven atrapadas por la adicción de uno de ellos, uno de los padres con frecuencia. Descubrimos diariamente cosas que si existían antes se arropaban en el círculo familiar y se moría sin mencionarlas. Los programas de "reality TV" nos presentan escenarios difíciles de creer. Pero hay algunos que parece imposible haber sido manipulados, simplemente hay que aceptarlos. En esta categoría están los "hoarders", palabra - tengo que confesar - recientemente aprendida. No acabo de aceptar este fenómeno, a no ser como enfermedad: el caso de las personas que acumulan todo lo que encuentran a su paso con la idea de que algún día lo necesitarán. Mejor entiendo a los que recogen animales... Por supuesto, esta última adicción (?) es más peligrosa que la primera.

He llegado a ver escenarios donde la casa ha sido tomada por cientos de roedores, conejos, perros, gatos... Estos últimos suelen ser los más frecuentes en "animal hoarding". Con frecuencia pienso que estás personas han crecido sin la atención, las caricias, que la mayoría de nosotros hemos recibido desde nuestra infancia hasta la adolescencia, cuando ese amor se busca en "el otro" ajeno al entorno familiar.
El programa pretende que la persona que ha sustituido a su familia (cónyuge, hijos, hermanos, etc...) por la atención y cuidado de todo un zoológico casero-- porque en los animales encuentra aquello tan esencial que nadie consiguió darle-- vuelva a su cauce y se dé cuenta que está equivocada y que el resto de la familia sufre y desea que ese esfuerzo sea invertido en ellos, que le devolverán con creces lo que los animales le dan. Aquí está la gran falacia.
Anoche encontré un caso que es el reverso de lo que siempre se presenta. No es que la persona que se rodea de animales lo haga por el puro placer de sentirse seguida, querida, necesitada. Todo lo contrario. No es que esa persona no quiera abandonar sus casi cuarenta gatos porque la sigan (que la siguen), la quieran (que la quieren), la besen y abracen (que lo hacen). No los quiere abandonar porque ella fue abandonada, privada de caricias, de sonidos amorosos, de miradas, sonrisas y palabras de aprobación... No quiere hacer con sus gatos lo que ella sufrió siendo niña.


Me refiero aquí al caso "Flower Has 37 Cats".