jueves, mayo 29, 2008

EUROVISIÓN, 30 AÑOS DESPUÉS




En mi paso por España he coincidido con el festival de Eurovisión. Bueno, en años anteriores también, pero ni me enteré; de hecho ni me imaginaba que dicho festival siguiera existiendo. Efectivamente, este año sonaba y sonaba a causa de un chiquilicuatre; mejor diría a causa de la prensa. La televisión en especial nos ofrecía como sobremesa la ruta turística de este personaje por España… Creo que no lo llegué a ver en Barcelona... No podía entender por qué este hombre con tan poca gracia y talento, que ni serviría para una parodia de Elvis --a pesar de las patillas y tupé que llevaba-- era tomado tan en serio. Se oía de todo: indignación de los mayores, entusiasmo en los niños, risas en los que pasan de todo; hasta los políticos estaban divididos con la elección de ‘Chiquilicuatre’. El C. llevaba dos compañeras que parecían travestís, quizás porque iban peinadas y maquilladas como él. Otras tres chicas representaban la belleza española femenina a lo tradicional.

Personalmente, me encontraba bien fastidiada. ¿Cómo se le había ocurrido a este tío llamar a su canción-baile “el ChikiChiki”? Aunque usara la ‘k’ no dejaba de molestarme ver representado mi ‘nickname’ (= alias, seudónimo, ¡vamos, que no hay que recurrir al inglés, que los préstamos se pagan caros!) ¿Qué iba a hacer yo si ganaba? Me tendría que deshacer de mi tan querido apodo, siempre usado por mi querida tía, para llamar (he descubierto ahora) a cualquiera a quien le tenga cariño. ¿Y mi perro? A estas alturas de su larga y mimada vida…! ¡Qué faena! Pero la sangre no llegó al río.

Llegué a casa cuando el festival ya había empezado, iban por la canción doce y decidí seguirlo ya que quedarían sólo unos cuantos participantes. No, resulta que el número de países pasaba este año de cuarenta; sería una veintena cuando salí de España a finales de los setenta. No sólo el número de participantes me sorprendió sino el cambio radical de las presentaciones. Por momentos no sabía uno si estaba viendo una presentación tipo cabaret, o se trataba de un espectáculo circense o, lo más frecuente, un video con todos los efectos especiales que les acompañan. Un exceso de todo: ruido, vestimenta, luces, flashes, movimiento (de pies, caderas, cabezas…) Vamos, que acabé peor que si hubiera cruzado la travesía Italia – Grecia. ¡Qué malita me puse en aquella ‘dichosa’ ocasión!

Cuando apareció el trío de Rusia, en unos segundos predije que sería el ganador. Luego me enteré que eran los favoritos. Insuperables: tres hombres en blanco y negro: la voz y sex appeal, para todos los gustos, edades y tendencias, de Dima Bilan (hasta se desabrochó la camisa al final…no hombre, hay que ser más sutil); el campeón olímpico de patinaje sobre hielo Evgeny Pluschenko, a quien he visto crecer en las pistas de EE.UU. ; y el violinista húngaro Edwin Marton tocando un Stradivarius. Una combinación explosiva. La canción en inglés; la melodía me es tan familiar que no pararé de tararearla hasta acordarme qué otra canción me recuerda. COCO me podría ayudar en esto.

Lo cierto es que los que más votos se llevaron se acercaban más al modelo tradicional de la época que yo conocía…la del “La, la, la... ” (Se rumorea ahora que Massiel ganó porque Franco compró los votos). Si más sobria la presentación (dentro de lo que se podría llamar sobriedad entre tanto derroche de mal gusto), mayor número de votos se llevó. La chica de Grecia – nacida en NY – también me gustó por su natural gracia y buena voz. La canción recuerda el estilo de los hermanos Jackson.

La distribución de los votos fue lo más ridículo de toda la presentación: señal de que ya no se toma este festival de una forma competitiva, aunque los países del Este fueron los que más esfuerzo artístico habían puesto en ella. Los ejemplos más lamentables fueron Andorra y Portugal dando a España el número más alto de votos posibles. España los correspondió en la misma medida, siguiendo así el catecismo cristiano «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» La prensa comentaba que los países del Este se ayudaban entre sí; ¿por qué no? Al menos, en general, la calidad de sus presentaciones fue superior a la de países de larga tradición en el festival: Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y España etc.

Una noche inesperada. Una vez más, ‘como muestra un botón’: el tiempo pasa sin que uno se de cuenta que hasta las cosas mas olvidadas y superficiales se transforman y adaptan a las nuevas circunstancias. Me fui a dormir pensando los muchos años que me he perdido el Festival de Eurovisión. Qué barbaridad, la única que no ha evolucionado soy yo!
Para que se diviertan...

lunes, mayo 26, 2008

EL RETIRO, DESDE EL BALCON...





Amalia, como me pediste, me volví a Boston con un pedacito de Madrid. El Retiro visto desde el balcón de mi familia. Puedes pinchar en las fotos y moverlas de izda. a dcha. para ver el panorama.... O puedes ir a este enlace y pinchar a la izquerda, donde pone “Play”
http://bighugelabs.com/flickr/slideshow.php?id=49575




















domingo, mayo 11, 2008

EL CARTERO SIEMPRE VUELVE: JOSEPH SOLMAN


Cuando entré en esta casa, hace ya más de cuatro años, me paré en la entrada y observando el espacio que abarcaba mi vista dije “I could live here”. Tanto me gustó que no me di cuenta que, además de mi marido, tenía detrás a la agente que nos la quería vender. ¿Cómo regatearía? Siempre lo había hecho con otras casas. Me dejé llevar por los espacios íntimos pero abiertos: el ‘parlor’ de la entrada se comunicaba con el otro parlor y el comedor; estos a su vez estaban conectados entre si. Una escalera de finales del XIX, en el centro del primer salón subía hacia una ventana curvada con unas vidrieras de calidos colores, probablemente puesta allí antes de que Tiffany empezara a fabricar las suyas. La gama del color de las paredes – neutro- entre ocre y melocotón y en distintas intensidades, iba marcando el carácter y la sutil individualidad de cada espacio por toda la casa. El blanco de los zócalos y puertas contrastaba con los suelos de madera antigua recién restaurada.

La verdad sea dicha, me recreo en esto ahora con mucha más exactitud de lo que percibí en el primer instante; en el instante que dije “yo podría vivir en esta casa”. Al entrar, lo que captó mi retina fueron los colores de los cuadros en las paredes, las alfombras de distintos tamaños dejaban ver el robusto suelo y las ventanas;esas ventanas tan características de las casas al estilo victoriano, haciendo trío en una graciosa curva. Según subíamos al segundo y tercer piso la misma escena se iba repitiendo. En los pisos de arriba se unia a todo esto otro elemento: las estanterías blancas llenas de coloridos lomos de libros. Seguían los cuadros tan sugerentes y magnéticos. Muchos eran espacios, donde - como en un cuento de Cortázar- uno se querría meter y pasar unas horas, otros eran retratos de gente viva, aunque quizás algunos ya hubieran muerto.

Varias veces en el recorrido de la casa me tuve que recordar ‘no mirar’ lo que colgaba de la pared y buscar esas inevitables grietas que dan tanta personalidad a las casas antiguas pero que te volverán loca más tarde: los cuartos de baño, cocina… el sótano y el sistema de calefacción...
Ya había pasado por esta experiencia, pero al revés, al vender mis tres anteriores casas – desde la más humilde, hacía más de 20 años, hasta el pequeño ‘palacete’ colonial-mediterráneo que dejaba en mi querido Chicago (Oak Park, el pueblo de Frank Loyd Wright) Con frecuencia decia a los compradores: ‘eso no está incluido, concéntrese en la casa y no en los objetos’, todo con un poco de humor. Siempre vendí bien mis casas pero dejando algún objeto con el cual se encaprichaba el nuevo habitante. No me parecía mal, era como no dejar el espacio por completo.

Cuando acabamos el recorrido de esta, ahora nuestra casa, le preguntamos a la agente que quiénes eran los dueños. Yo esperaba una respuesta que me explicara esa colección tan increíble de arte. Ella dijo, como si lo tuviéramos que saber: “Es el hijo de Joseph Solman, Paul Solman y su mujer Janet Freeman”. Sinceramente, no me sonaba el nombre del pintor pero en cuanto volviéramos a Chicago, con la casa ya comprada, me iba a enterar. Fue por entonces cuando me aficioné a Google.

Después de todo este tiempo viviendo aquí, rodeada casi de los mismos colores que sus antiguos dueños dejaron y de objetos parecidos, la casa me sigue gustando. A veces me pregunto cómo será la nueva casa de los Solman. En una ocasión tuve la oportunidad de mirar por la rendija del televisor y ver –en una entrevista que hacían a Paul- que en el fondo se veían los mismos cuadros que un día descubrí. Los mismos colores de trasfondo en la pared. Seguíamos conectados.

Hace unas semanas empezaron a llegar cartas dirigidas a Paul Solman. Después de más de cuatro años esto era un poco desconcertante. Las cartas llegaban diariamente, dos o tres al mismo tiempo. Mi marido observó que, siendo los antiguos dueños escritores, habrían publicado un nuevo libro…etc. Más cartas llegaban; yo recogía el correo, y todavía lo hago, con la ilusión de que hubiera cartas para Paul. Las estábamos reuniendo para mandarlas todas juntas; algún día tendrían que dejar de llegar.

Después de un par de semanas de correo, y cuando recogía del suelo varios sobres para los Solman, tuve una corazonada: quizá Joseph Solman había muerto, ya debía de tener cerca de los cien. Una vez más me metí en Google y, efectivamente, el pintor había muerto…tan dulcemente como había vivido. Por la tarde había ido con unos amigos a una exposición; a la vuelta a casa se tomó su acostumbrado Scotch y... nos dejó con su obra.
Nunca pudimos comprar uno de sus cuadros, se cotizan alto, pero –mientras vivamos aquí- tenemos en el sótano la paleta del pintor. En sus frecuentes y largas visitas a su hijo y nietos – durante más de treinta años- solía pintar en el lavadero y dejó sus colores en la pileta donde limpiaba sus brochas. Eso nos dijeron.
PD Sus obras se exhiben, en Boston, en Mercury Gallery

viernes, mayo 02, 2008

Pedro Salinas en Wellesley


Ayer por la tarde Pedro Salinas volvió a Wellesley. Desde una hermosa sala con vistas al lago y a la arboleda del conocido College, un grupo de estudiantes, profesores, amigos (entre ellos nuestro cónsul Carlos Robles) y estudiosos del poeta se reunieron para celebrarlo y celebrar la salida de sus Obras completas, tres respetables tomos publicados por Biblioteca Aurea (Ediciones Cátedra). La edición al cuidado de Enric Bou, con la colaboración de Andrés Soria Olmedo y Montserrat Escartín Gual.
En el acto, organizado por Carlos Ramos, profesor del Departamento de Español de Wellesley, participaron los hispanistas Christopher Maurer, Alan Smith y el editor de la obra, Enric Bou. Una presentación informal, amena e informativa. Carlos Ramos situó a Salinas entre el grupo de profesores exiliados a la zona del este de EE.UU. después de la Guerra Civil. Leyó un documento oficial de 1939 (publicado por Luis Enrique Otero Carvajal) por el cual el nuevo gobierno franquista desposeía de sus cátedras a un grupo de profesores que habían sido simpatizantes de la Republica, entre ellos Pedro Salinas. Documento que impresionó por la crudeza y crueldad que desprende.

En Wellesley enseñaron Salinas y su intimo amigo Jorge Guillén. En este tranquilo y señorial pueblo vivieron con sus familias y del College se graduaron sus hijas: Solita Salinas y Teresa Guillén. De hecho, al acto fuimos en coche con Teresa guiando (como ella dice) y nos perdimos, con la conversación, un par de veces. Con destreza -–y saltándose un par de semáforos-- Teresa nos sacó de un laberinto bien conocido por ella mientras nos indicaba el recorrido que su padre hacía de la casa al College, donde lo dejaba el autobús cuando iba a la orquesta en Boston, y hasta nos indicó el lugar donde ella se casaría con el hispanista Stephen Gilman (1917-1986), ¡cómo no!, enfrente del lago que teníamos a la vista durante la presentación.

De su edición de las Obras completas, Enric Bou nos leyó un párrafo donde Salinas describe el College, que ha cambiado bien poco desde entonces:

El recinto del Colegio es estupendo: praderas, colinas, un lago, todo muy espacioso, y diseminados los edificios, de todas clases, muy de tipo inglés: la biblioteca, la capilla, los laboratorios, las salas de clases, las residencias para las chicas, y otras casitas que son de clubs y sociedades, de arte, de música, de deportes, etc. Por todas partes perspectivas de arbolado y pradera, suaves y tranquilas, y todo de una limpieza natural exquisita. Ya te iré mandando fotos de todo. Y en medio de ese paisaje chicas que van y vienen, en autos, en biclicletas, con los trajes más absurdos. El hombre aquí es una excepción rarísima, como el vestigio de una especie medio desaparecida. [...] Es a lo inglés, pero más rústico y amplio quizás, menos noble y viejo. Cada vez me da la vida americana más y más la sensación de ser abundante y rica y cómoda en unas cosas y en otras más pobre que la nuestra, con grandes desigualdades. (Carta a Margarita Bonmatí, 23 de setiembre de 1936)

Se presentó una película antigua, filmada por Juan Guerrero Ruiz, con escenas de Salinas en Lo Pagán (1927), y una grabación de una conferencia, en inglés, de Salinas, en el Poetry Center de Nueva York (1951): “Lorca y la cultura de la muerte”. Se leyeron poemas y se describió la nueva edición: un tomo de poesía, narrativa y teatro, al cuidado de Enric Bou y de Montserrat Escartín; un segundo tomo de los “Ensayos completos”, editado y anotado por Bou y Andrés Soria; y el tercer tomo, el epistolario, editado y anotado por los mismos.
Dejo aquí tres poemas inéditos – de distintas etapas en la vida del poeta - incluidos en la edicción de Enric Bou.

Esta noche en el cielo
veo una estrella nueva,
que es tan roja y que tan
vivamente palpita,
que se diría un corazón celeste,
un corazón de cielo que fue antes
corazón de la tierra;
un corazón que ahora
en esta noche,
con un latido isócrono,
en luminosas sístoles y diástoles,
está mandando viva sangre a otros
corazones terrenos.
Así yo siento en mí como una vena
de dulcedumbre... viene de esa estrella...
sangre me da de ensueno
viva y cálida.
Contra mi pecho apoyo las dos manos
y siento que está adentro
mi corazón terreno palpitando
en esta corazón de la alta noche...
Corazón, corazón, di, de quién eres?
Corazón, ¿eres tú la estrella aquella
que se salió del pecho?
Y tú, latido que mi mano siente,
¿has bajado del cielo?

(Madrid, primavera de 1914)

*

La voz es la verdad.
Se vive en el oír:
por él nos llega el sol,
la luz, la carne, el aire.
Los sonidos erigen
torres esbeltas, techos,
vertiginosamete,
que son ya nuestro mundo
inventado en el viento,
sólo para nosotros.
No, los ojos se engañan:
ven, aunque nada vean.
Estas manos no están
(lo parecen) vacías:
alcanzan, tocan; ya
estrechan lo que oyen,
lo aprietan contra el cuerpo.
Y los labios preparan
su júbilo inminente.
Acarician los ojos
las formas deseadas
que en el vacío trazan
las eses, tan delgadas,
tan sólidas las pes,
las bes,
fabricando tu cuerpo.
Y el alma, el alma, el alma,
estrecha, besa, mira,
posee, con los brazos
sin carne que le nacen,
el alma que le habla.
Y una larga paciencia
la invade lentamente,
y la enseña a esperar,
con esta criatura
del amor y el sonido,
a que tú, que eres ella,
llegues por fin, total.

(Wellesley, 6 de octubre de 1936)


Un poema que estuvo aquí.
Llegó cuando yo dormía.
Me llamó, no llegué a oírle
más que los pasos, el paso.
Era quedo, como un ruido
hecho de las tentaciones
de silencio.
No supe lo que quería,
lo que venía a pedirme,
las palabras que aguardaba
como un amor, de mi boca.

Si hubiese estado despierto,
yo le habría obedecido
como las hojas al aire,
dándole son un momento.
Ahora ya no queda nada
más que una sombra de amor
al que no supe querer
como él me quería a mí.
(1948-1949)
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